En nuestro recorrido por España no podíamos dejar de visitar Valencia, lugar en el cual viví cuando hice un intercambio académico y estudiaba Ingeniería Industrial. Es tal mi fascinación por esta ciudad del mediterráneo, que hasta podría afirmarse que estoy enamorada de ella.
Su centro histórico es de los más antiguos y hermosos del país ibérico; en especial, a mí me encanta la Plaza de la Virgen, que es una explanada llena de terracitas, cafecitos y restaurantes buenísimos, donde uno puede llegar a sentarse y experimentar una tranquilidad vivaz indescriptible, en ocasiones, la paz se mezcla con el bullicio, la gente del lugar con los turistas, pequeños, jóvenes y viejos gustan de pasear por allí. Para coronar esta sensación, abrazan la plaza dos templos bellísimos: la Iglesia de la Virgen de los Desamparados (patrona de Valencia, que le da nombre a la plaza) y la Catedral de Valencia, una de mis favoritas en todo el mundo, no sólo por su belleza exterior (tiene varias puertas de acceso con distintos estilos cada una, y la flanquea el Miguelete, una torre con una gran campana, "el Miguelete", desde cuya cima se tiene una espectacular vista de la ciudad), sino por su preciosa riqueza interior (allí se guarda el Santo Caliz y están presentes varios santos y Vírgenes de mi devoción, como la de Guadalupe, la del Pilar y San José).
Paseando por esta plaza, encontramos que estaba montado un escenario y estaba ensayando la filarmónica de Valencia, de modo que decidimos sentarnos y disfrutar del espectáculo acompañados de una horchata (bebida típica de la zona, a base de chufas) y unas patatas bravas. A la hora de la comida, fuimos a El Rall, un restaurante típico del barrio del Carmen, donde a mi gusto, se come la mejor paella del mundo; nosotros pedimos una sangría para acompañarla, pues hacía mucho calor.
Más tarde cenamos en nuestro hotel, el Westin, que antiguamente era una fábrica lanera y que se remodeló recientemente, quedando un hotel increíble y con muy buena cocina. Ahí pedimos un pescado, un filete de ternera y unas fresas con crema.
La parte moderna de la ciudad está principalmente representada por la Ciudad de las Artes y las Ciencias (http://www.cac.es). A mí me encanta pasear por este magnífico complejo arquitectónico diseñado por el arquitecto oriundo de la misma comunidad, Santiago Calatrava. Son edificios con tintes futuristas que simulan "flotar" o "navegar" sobre una cama inmensa de agua cristalina; cada uno tiene una funcionalidad distinta, el Hemisferic es un planetario, L'Umbracle es un espacio didáctico acerca de dinosaurios, el Museo Reina Sofía tiene forma de un barco enorme y en él se realizan distintos eventos, es como un palacio de bellas artes, el Museo Príncipe Felipe alberga distintas exposiciones culturales que van cambiando, el Ágora recibe distintas competiciones como el Abierto de Tenis de Valencia y por último, mi favorito, el Oceanografic, el acuario más grande de Europa, que tiene, además de un delfinario y las especies de todos los mares y océanos, un restaurante subterráneo con unas enormes peceras donde los peces van dando vueltas alrededor de las mesas.
También fuimos a comer paella a la Playa de las Arenas, a uno de los restaurantes más emblemáticos: La Pepica (http://www.lapepica.com/), ahí pedimos la paella "La Pepica", que tiene los camarones ya sin cáscara y cubitos de pescado; como entrada elegimos un plato de jamón y queso ibérico, y de postre una naranja helada y trufas de chocolate.
Les recomiendo profundizar un poco en la preparación de la paella, al final de este escrito les pongo el link a otro post que había hecho con anterioridad. Y ojalá algún día tengan la posibilidad de visitar MI ciudad: ¡Amunt Valencia!!
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