A propósito de la cocina mediterránea, hoy fui a comer con una amiga a un lugar de comida francesa llamado Cotê France.
El local está muy agradable, pequeño pero no encerrado, con buena iluminación, mobiliario sencillo, con las típicas sillas francesas, y el toque a la ambientación se lo da la música de fondo en francés. El servicio fue excelente, nos atendieron a la perfección.
Como primer plato, mi amiga y yo pedimos la sopa de cebolla; las dos coincidimos en que no era tan exquisita como la imaginábamos, creo que a las cebollas les faltó glasearse más y al caldo le faltaba consistencia.
Después, ella eligió los mejillones al vino blanco y azafrán, que estaban buenos y bien servidos. Por mi parte, pedí unos tartines provenzales que incluían uno de queso de cabra con salsa pesto, otro de atún y uno más de tapenade; los tres tenían buen sabor, en especial, me pareció que el tapenade y el pesto estaban muy bien preparados.
Acompañamos nuestra comida con vino tinto español, de tempranillo y shyraz.
Lo mejor del día, sin duda, fueron los postres. Mi amiga escogió unas crepas Suzette buenísimas, el sabor a naranja era sutil pero no pasaba desapercibido, sin un excesivo sabor u olor a alcohol, la cantidad de salsa era la adecuada. Mi postre fue la típica crême brulèe, que no a cualquiera le queda bien, y tuve la grata sorpresa de probar una riquísima crema, con buena consistencia y caramelo crocante.
Claro, en gustos se rompen géneros, y lo que a mí me gustó puede que a otro no, o viceversa. Definitivamente, yo volvería por los postres...
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